Efectos psicológicos después de la pandemia
Hemos pasado por un periodo de pausa, de reconocimiento, de creatividad, de valorar la familia, los amigos, de apreciar lo simple; de retornar a nuestra más íntima humanidad de vernos vulnerables y de protegernos los unos a los otros.
La pandemia nos volvió indiscutiblemente más sensibles y reflexivos. De manera determinante nos acercó a ver la muerte más cercana, hemos sido testigos de ver fallecer familiares, amigos, conocidos, haciendo cercano el sentimiento de temor e impotencia en cada uno de nosotros frente a nuestro inevitable final.
De igual manera estar alejados de reuniones, congregaciones, diversión en grupo, paseos y otras formas de reforzamiento social ha originado ese sentimiento de soledad y apatía entre otros, recordándonos la inminente necesidad de socializar, de volver a dar y recibir un abrazo, la complicidad de miradas y otros gestos de calidez que a través de una videoconferencia no resultan ser empáticos.
El caso de los niños ha sido un tanto diferente, pues no solo han pasado por extrañar ese contacto social, sino que algunos dependiendo de su edad reconocen este aislamiento como normal y se rehúsan a salir de él. Y es que el ser humano por naturaleza es adaptativo, cambiante y suele buscar zona de comodidad rápidamente. Esto es muy negativo porque las relaciones sociales, y la comunicación cumplen una faceta de desarrollo muy importante en el ser humano, y hacen posible su desarrollo integral.
A continuación, describiremos los efectos psicológicos que nos quedan de esta pandemia:
- Ansiedad: Sentimientos de temor, de duda, de angustia al relacionarse con otros, a estar en lugares públicos.
- Depresión: Sentimiento de tristeza, de falta de energía, de impotencia, de temor a enfrentar la “nueva realidad”.
- Dificultad en tomar decisiones: Debido al largo periodo de incertidumbre que se experimentó en la pandemia, se hace difícil apostarle al futuro
- Apatía social: Este sentimiento de rechazo o de aislamiento social se hace más seguro para muchos, debido a la falta de costumbre de socializar, volvió común no relacionarse, y abrazamos esta posibilidad como cómoda.
- Conductas obsesivas: Los conocidos trastornos obsesivos compulsivos son más comunes, debido a los altos niveles de ansiedad, Varias personas han desarrollado, por ejemplo, conductas de protección excesivas como lavarse las manos repetidamente, usar más de un tapaboca al mismo tiempo, limpiar y desinfectar toda superficie repetidamente, revisar continuamente si la puerta está cerrada etc..
- Conductas adictivas: En tiempo de pandemia hemos estado más familiarizados con redes sociales, con el uso de plataformas y en general con el uso de electrónicos, dejando así dependencias de estas rutinas. También varias personas hicieron rutinario comer excesivamente, el consumo de licor, el cigarrillo, el ver pornografía, series de TV, entre otras conductas.
- Conductas agresivas: La misma apatía social, ha deteriorado la capacidad de negociación, de ser asertivo, de escuchar.
- Escepticismo: Esta condición hace que las personas se sientan sin esperanza y con miedo al futuro, y se ve reflejado en no querer asumir riesgos, en haber cambiado de ideales como tener hijos, hacer una profesionalización o vivir en pareja entre otros. La desesperanza limita los sueños.
- Impulsividad: Este comportamiento, aunque está asociado también a ser agresivo, lo identificamos también en aquellos que están tomando decisiones sin pensar en los riesgos, sin analizar los pro y contra de una opción.
- Sentimiento plano: Aquí algunos reportan no importarles nada, todo les da igual. Y es posible que con el confrontamiento de la “nueva realidad” vayan disminuyendo estas conductas, pero también puede suceder que se vuelvan cotidianas.
Es tiempo de identificar qué nos aqueja y buscar ayuda. No permitan que los efectos de esta etapa traumática determinen su presente y cambien de ruta su futuro.
“El comienzo de tratar una condición es reconocer que la tenemos”
Sandra Riano, Psicoterapeuta Registrada